Para Ken Wilber “ el enemigo no es algo que los hombres hicieron a las mujeres en el pasado, sino algo que una evolución insuficiente ha hecho a ambos”. Esta afirmación no es una manera sutil de negar o quitar importancia a las injusticias y abusos cometidos. Se trata más bien de una apuesta por reconocer la complejidad de la situación. Si la injusticia y el abuso se enfocan desde posiciones simplificadoras al final no se sabe qué es peor, si el remedio o la enfermedad.
El dolor lo han causado y lo continúan
causando personas concretas, y quienes lo padecen también son personas
concretas. Detrás de todas estas personas hay una determinada civilización, una
determinada mentalidad, una determinada manera de organización económica,
social y cultural. Hay una manera de mirar y organizar la vida que no estimula
la inteligencia afectiva ni facilita la igualdad de género.
Si el
entorno cambia los roles también cambian, si los roles conocidos pierden
vigencia no queda más remedio que construir roles nuevos, con la experiencia de
vacío que ello conlleva. Si los roles conocidos pierden vigencia surgen muchas
preguntas. Para unos las respuestas están mirando al pasado; para otros,
mirando al futuro; también los hay que miran hacia ambas direcciones a la vez.
Y todas estas piezas juegan en un tablero, un
tablero que podemos llamar factor personal. Se trata de la(s) imagen (es) que
cada hombre se ha fabricado de la
MUJER y que cada mujer se ha fabricado del HOMBRE. Esta
imagen (es) condicionan la manera de relacionarnos con personas concretas,
enturbian nuestra mirada a la hora de vincularnos con personas concretas. El
condicionamiento se puede presentar en una escala muy amplia de intensidades y
también en una escala muy amplia de cuestiones.
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