Entre círculos de hombres y
también de mujeres ha hecho fortuna la palabra empoderamiento. No sé muy bien
qué significa (en la práctica, no como simple idea), pero entiendo que denota
aspectos relacionados con la fuerza interior, la acción en el mundo, la
capacidad de orientarse en la vida. A mí esta palabra no me gusta, no me dice
nada, me parece un invento de anglosajones hábiles en temas de marketing que
proclaman haber descubierto el fuego.
Por supuesto, simplemente se trata de una
apreciación personal, para otras personas este término esta cargado de sentido
y resulta ayudador ( y al final eso es lo que importa). No pretendo entrar en
discusiones bizantinas por temas de vocabulario, simplemente quiero compartir
una serie de observaciones que han ido surgiendo en mí a base de ir escuchando
alusiones muy diversas sobre el empoderamiento durante el paso de los años:
-No estamos hablando de algo
concreto, ni igual para todas las personas ni
a lo que todo el mundo accede de la misma manera. No es, como si
dijéramos, ven aquella espada laser de de allí, vayan, cójanla y ya está, que la fuerza te acompañe.
-Se trata más bien de un proceso
configurado por una gran variedad de ingredientes que se van combinando y
adquiriendo peso en función de cada individuo y también de cada momento
existencial.
A mí me resulta más ilustrativo
y senzillo adentrarme en los ámbitos de la fuerza interior, la acción en el
mundo y la orientación en la vida fijándome en el modelo integrativo. Aunque en
principio nada tiene que ver con todo esto, Claudio Naranjo (2009) ha escrito
un libro sobre las intersecciones entre meditación y psicoterapia que me parece
muy apropiado para la ocasión. Naranjo describe el fenómeno meditativo a partir
de tres parejas de polaridades:
1. No acción/abandono (eje
conativo). La no acción como remedio para parar todo tipo de hábitos nocivos.
El abandono como puerta de entrada a partes negadas del psiquismo.
2. Atención/concentración en lo
sagrado (eje cognitivo). La atención como como antídoto a la erosión de la
capacidad de darse cuenta de la experiencia. Lo sagrado como camino para
superar la fragmentación, la falta de sentido y de conexión con el misterio de
la vida.
3.Desapego/amor (eje afectivo).
El desapego permite poner el ego entre paréntesis. El amor sano como sensación
de abundancia y parte de la salud.
Según Naranjo estas tres parejas
son diferentes facetas de un proceso único, y también recalca que hay una
“afinidad especial” entre las prácticas de
no hacer, plena consciencia y desapego; del mismo modo que hay una
relación entre el abandono, la concentración en lo sagrado y el amor.
El mapa trazado por Naranjo es
una indicación sobre cómo dejar atrás el falso-yo y el alejamiento del ser, que
es otra manera de apuntar a la fuerza, la acción y la orientación. Como puede
verse, los afluentes que hacen posible este río son muchos. Si nos ponemos en
plan “la verdadera fuerza es” entonces
la cosa da para muchas versiones.
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