domingo, 10 de enero de 2016

Caminos cruzados: el papel del don en el arte y la terapia


Lewis Hyde es un prototipo de persona que me despierta simpatía. Como quería ser poeta estudió humanidades. Los poemas no generaban dólares y su casera lo perseguía reclamando alquileres atrasados, de modo que trabajó de electricista y en otros menesteres para seguir con su vocación. Estuvo como voluntario en Alcohólicos Anónimos durante varios años. Ha escrito ensayos de éxito, edita revistas de poesía y dirige seminarios de escritura creativa en las universidades de Harvard y Ohio, entre otras labores.


Una de sus obras más conocidas, ‘The Gift’ (El don), es un compendio de reflexiones procedentes de la antropología, testimonios de escritores, interpretaciones de cuentos populares y algunas intuiciones penetrantes procedentes de su experiencia vital y un profunda asimilación del mundo clásico. Cuenta que al ser preguntado por el editor sobre el público potencial del libro, él respondió que era un libro destinado a poetas. Su sorpresa fue comprobar que el texto despertó la atención de un público mucho más amplio y en ocasiones insospechado, como el caso de los terapeutas.


 En esta obra Hyde sostiene que la parte básica  de la creación artística es un don, una voz que pasa a través del artista pero no le pertenece. Esto no quita la importancia de los conocimientos, la técnica y el trabajo, pero como condición necesaria, no suficiente. En el artista resulta esencial la convivencia de dos realidades. Por una parte, el don como elemento que escapa a voluntad y objetivos; por otra parte, la materialización de una obra.

La naturaleza del don es  transformadora y social. El artista recibe un don pero no lo posee, no lo puede manejar a su antojo, sino que más bien está atento a los susurros y los sigue. El don conlleva un contenido y aceptar el don implica pasar por una metamorfosis que me lleva a incorporar ese contenido en mi identidad. El don es un catalizador para un cambio. El verdadero artista es transformado por el don. Esta metamorfosis dejará huella, servirá como señuelo que atrae a otras personas que  quieran adentrarse en un proceso de la misma naturaleza (asimilado por cada persona de acuerdo con su idiosincracia particular).


Asimismo, si el don no es recibido por otras personas y toca su corazón, entonces pierde vitalidad y fuelle. El espacio del don no es la reciprocidad entre dos individuos. En la reciprocidad hay deuda,  búsqueda de equilibrio entre dar-recibir y, en definitiva, un circuito cerrado. En la medida que el don se transmite de persona a persona y va despertando corazones que no conozco personalmente aumenta su razón de ser, la transmisión no lo agota, al contrario.

 Cuanta más transmisión mayor retorno para el transmisor, retorno en forma de sentimiento de vinculación, de ampliación del sentido de identidad. Es el tema de la interdependencia, donde el acto de ofrecer algo y que lo ofrecido tenga un impacto en otros permite salir de la sensación de aislamiento de un yo separado.

El don no es una comodidad, toda transformación implica dolor y los impases propios de la ruptura de la autoimagen. Aceptar el don tampoco es una obligación.  Además, sus frutos no son predecibles ni  pueden cuantificarse con claridad en términos de coste-beneficio, tiempo invertido-resultado. En definitiva no puede definirse como un servicio ni encaja con las reglas clásicas de la economía de mercado. Sin embargo, comparte escenario con  la economía de mercado.

Para Hyde resulta crucial:

-distinguir entre la dinámica del don y la dinámica del mercado. Asocia el don con Eros, vinculación, comunión de las partes, valor de uso, valor por circulación, imaginación, pensamiento sintético.  El mercado queda asociado con Logos, separación, diferenciación en partes, valor por plusvalía entre precio de coste y precio de venta, valor por rédito de los intereses, lógica, pensamiento analítico.

- señalar que la dinámica del don va más allá del espacio artístico, incluyendo parte de la vida laboral, social, cultural y espiritual.

-buscar vías de coexistencia para que la dinámica del mercado no ahogue la dinámica del don vaciándola de contenido.

-tener en cuenta que una cultura viva contempla la transmisión de dones transformadores en una escala amplia de grupos, ámbitos y materias.


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